En
la ciudad norteamericana de Chicago los trabajadores han comenzado a reclamar
con firmeza por las pésimas condiciones laborales que deben soportar. Muchos
trabajan hasta 14 horas diarias, otros duermen en corredores, desvanes y hasta
en inmundas construcciones semiderruídas donde se hacinan con sus numerosas
familias. Muchos no tienen ni siquiera alojamiento y para todos los sueldos son
paupérrimos. Los gremios decidieron unificar reclamos.
La jornada laboral de ocho horas se convirtió en su máximo objetivo frente a la negativa y a la represión de sus patrones. Ante esta situación, durante uno de los cientos de actos obreros, casi cotidianos (el más importante ocurrió en febrero en la fábrica McCormicks, donde fueron despedidos 2.100 obreros por negarse a renunciar a sus organizaciones obreras), el parque Haymarket Square de Chicago fue eje de un episodio central en la historia del movimiento obrero mundial: una bomba provocó la muerte de varios policías. Más de 25 mil obreros fueron convocados por la Unión Central Obrera de Chicago el 1 de mayo para lograr la reducción de la jornada laboral. Aunque no se pudieron establecer responsabilidades, cuatro líderes anarquistas fueron acusados por el atentado y van camino a responder ante la Justicia en una causa de dudosa legalidad. Se teme que sean ajusticiados.
La
injusticia de la acusación agravó el conflicto y la paralización de las
actividades en las fábricas se generalizó. En unos cuantos días los huelguistas
habían llegado a más de 50 mil. Las reuniones y las manifestaciones públicas se
multiplicaron. La policía deambulaba ansiosa sin saber qué hacer y llegó a
reprimir a una manifestación de 600 mujeres pertenecientes al ramo de
sastrería.
Finalmente,
los patrones empezaron a entender que debían hacer concesiones para frenar las
ideas revolucionarias de anarquistas y socialistas que se volvían incontenibles.
Muchas empresas empezaron por su cuenta a conceder las ocho horas de jornada
laboral. La causa del trabajo triunfaba en toda la línea. La revolución debía
esperar.
FUENTE:
www.bicentenario.argentina.ar
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